sábado, 22 de junio de 2013

Distancia no es distancia.


Cuesta encontrar a una persona igual que uno. Eso que muchos llaman alma gemela, ¿eh? Dice un mito griego que, en la creación de la raza humana, íbamos de dos en dos. Unidos, como verdaderas almas gemelas. Y que, por propio temor a nuestro poder, fuimos separados, resignados a permanecer el resto de nuestras vidas en busca de esa alma gemela que nos complementa.
Están los que la buscan, los que ellos consigo mismos son felices y no necesitan a nadie..., y por último, los que no buscan. Los que desean a esa alma gemela, pero no la buscan. Viene por sí sola, sin previo aviso, sin esperártelo. Como una simple ráfaga de viento. Y cuando llega, ¿qué? Parece una persona más, otro número más en la agenda, alguien más a quien con el tiempo olvidar... Pero no es así. Es alguien con quien..., quién sabe. Quizás para algunos sí es eso. Uno más en la lista.
Para otros es algo que nunca esperaban. Que cuando afirmas que le quieres, te quedas corto, falto de palabras. Que cuando piensan en la distancia que los separa, se dicen: “¿Qué más da la distancia física, si la que hay entre nosotros es inexistente?”.
Quizás la alma gemela sea eso. Esa persona con la que, no compartir gustos, sino con la que compartir gozo, alegría, tristeza, extrañarse... No querer sustituirse por ningún otro, sin importar lo que a ambos los separe.  


 
 «No hay nada más reconfortante que saber que le tienes... Ahí, junto a ti.»


[Con amor, para mi tonti. A falta de poder abrazarte, que 200 kilómetros no son pocos, te dedico esto. Y que sin ti, todo me pierde sentido. Felicidades, te quiero.]


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