Cuesta
encontrar a una persona igual que uno. Eso que muchos llaman alma
gemela, ¿eh?
Dice un mito griego que, en la creación de la raza humana, íbamos
de dos
en dos.
Unidos, como verdaderas almas gemelas. Y que, por propio temor a
nuestro poder, fuimos separados, resignados a permanecer el resto de
nuestras vidas en busca de esa alma gemela que nos complementa.
Están
los que la buscan, los que ellos consigo mismos son felices y no
necesitan a nadie..., y por último, los que no buscan. Los que
desean a esa alma gemela, pero no la buscan. Viene por sí sola, sin
previo aviso, sin esperártelo. Como una simple ráfaga de viento. Y
cuando llega, ¿qué? Parece una persona más, otro número más en
la agenda, alguien más a quien con el tiempo olvidar... Pero no es
así. Es alguien con quien..., quién sabe. Quizás para algunos sí
es eso. Uno más en la lista.
Para
otros es algo que nunca esperaban. Que cuando afirmas que le quieres,
te quedas corto, falto de palabras. Que cuando piensan en la
distancia que los separa, se dicen: “¿Qué más da la distancia
física, si la que hay entre nosotros es inexistente?”.
Quizás
la alma gemela sea eso. Esa persona con la que, no compartir gustos,
sino con la que compartir gozo, alegría, tristeza, extrañarse... No
querer sustituirse por ningún otro, sin importar lo que a ambos los
separe.
«No
hay nada más reconfortante que saber que le tienes... Ahí,
junto a ti.»
[Con amor, para
mi tonti. A falta de poder abrazarte, que 200 kilómetros no son pocos, te dedico esto. Y que sin ti, todo me pierde sentido. Felicidades, te quiero.]
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